CH'OM  UXMAL ( RELATOGRAFO DE LA NOVELA HONDURAS OSCURA) DE OSCAR SIERRA PANDOLFI

HISTORIA DE HONDURAS EN 3 D19/04/2025fernando Sierrafernando Sierra
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CH'OM  UXMAL


Habitantes que viven en la techumbre amalgamada de plantas alienígenas poseídas por un revestimiento de espíritus demoniacos, viven sobre la arena padeciendo delirios belicosos donde descarnan sus modos de ser; porque creen en lo que no se cree, no saben la apoteosis de su génesis.
 
Aquí el viento a veces se deja ver por los colmillos afilados de la furia; porque al darse  cuenta de la ofuscación pecaminosa de estos habitantes,  entonces el viento se seca y se convierte en paredes de concreto; formando cuadriláteros para aprisionarlos. 

Pronto se encarará un estornudo y desburrungará las paredes dejándolos atrapados, atorados en un puñado de polvo de sus propios huesos. Aquí, este lugar es accidentado, quebrado, las montañas tienen forma de una mujer echada con los senos erectos, dicen que fue una diosa que los creó de un solo orgasmo, y dejó que su cuerpo biológico se convirtiera en este suelo; porque si es cierto las diosas en verdad quieren a sus hijos, aquí nadie cree en la muerte, más bien la muerte es la misma vida; porque uno vivió una vida anterior, aquí hay varias estaciones naturales, en invierno cae una lluvia de piedras ,porque cada gota de agua se convierte en roca tras roca , redondas y puntadas, volcánicas con ignimbritas. 

Dicen que el escribano no deja salir a nadie de sus chozas porque morirían estrujados por el filo agudo de esas piedras. Dicen que esa lluvia de rocas es la cagada cegadora de un estúpido héroe parecido al gorrión, que le pega unas ganas de defecar y entonces este raídamente propugna esta lluvia sólida una vez cada Baktun o Tun.
Estos habitantes se transforman en peces cuando se sumergen en ritos acuáticos y comienzan a devorar todo, cuerpo carnoso dentro de la laguna que un día se tragó al verdadero héroe de este pueblo. Dicen que se ponen a pelear, arman macaneos con insectos de otras tribus, depredador con aguijón introyectado en las mandíbulas con ojos de codorniz y plumas de pavo real, pezuñas de águila de monte o zopilote veraniego. 

Se peleó y les ganó la batalla con su espada metálica hechas de sustancias escalafonarias de resina de los mitológicos árboles de pino contiguo al cerro de Hula; no pudo al final de la guerra, se le rodó una lágrima verde en una de sus pupilas de animal vencido, quedó derrotado bajo el árbol de yuyugo a lado del cerro de los coyotes. 
Quedó vencido por haber querido destronar a un insecto de la misma progenie.


 Por eso el dios de las piedras lanzó un castigo; por eso una lágrima verde empezó a derramar arroyos acuáticos y se formó una laguna donde se esconden secretos discretos que solo el escribano sabe.

Como les digo los habitantes nadan como peces, diría que son peces que se transforman en animales de acuerdo al tiempo que no existe; en esta selva de fulgores donde el mar se reencarnó en una laguna, digo laguna verde por los miles de arrecifes que como raíces se entienden en el vientre infinito del océano pacífico. 
Este pueblo es una tribu que cree en lo posible, creen lo que miran, miran más allá de sus narices, los animales padecen de un seudopoder. Si alguien como humano intenta morirse e intenta profesar la petición suntuaria  de sacrificar a un animal, y este según ellos se le incube en sus células vencidas hasta que se revistan de fuerzas grandiosas; y si este logra el pacto sacrifical, este se salva y el animal al dar la vida, resurecciona.

 El problema precisa en que este habitante lo encerrarán en una cueva lejana de la comarca o aldea; todo por tenerle miedo y porque podría devorar con sus colmillos a todo al que tenga a su alcance, el animal se convertirá  en una piedra de volcán ancestral o se meterá en la cabeza pluriforme del viento y en cada atardecer arrojará bolas de fuego sobre el pueblo del condenado que le dio la vida. 

Será esclavo del animal que le atribuyó la existencia, este habitante recuperaría la libertad, si la tribu con el jefe mayor da una mayúscula orden, entonces buscarán a la primera mujer que posesionó, la detectarán en los anaqueles del escribano. 

Este tiene escrito todo acto sexual de la tribu al identificar al personaje carnal de la mujer que destrozó la vertiginosa puerilidad del macho, la llevarán a donde los sumos pontífices, la encarnarán en una lastra de algodón mojozo, la desnucarán frente al resplandor del fuego, la atarán en las ramas de un árbol de almendro, otra mujer de la tribu con ciertos dotes estornudará hojas de carago para espantar el deseo antiguo que quitó el desenfreno. 
Primero del marido condenado, esta mujer al sentir que el pericarpio se eleva a la ceniza, el fuego dejará de crepitarla, pondrán una serpiente de la montaña más elevada de la comarca.

 La serpiente escrupulosa, eccematosa,  bailará al compás de cierta música del viento sobre el ombligo de la mujer amarrada, le morderá despacio  el porte oculto de la difamada línea clitoral, esta alterará inexplicable su deseo libidinal que satisfacerá al sumo pontífice o sumo sacerdote. 


La mujer se empinará sobre el órgano viril con vara de flagelo, sentirá la bruma bestial de una especie de vara con grosor indescriptible; después será lanzada a la laguna para que se purifique. 
El esposo será liberado y sentirá la sensación inhóspita de irse lejos del horizonte y no volverá hasta que se ponga el quinto sol. La mujer murió sacrificada por el ritmo acelerado del miocardio. 
El marido se quedará enredado en los bejucos espinosos de la culpabilidad; porque solo siente libertad en el exterior, por dentro sigue prisionero de la muerte misma, con la fuerza del animal que lo atormentará por siempre, para que su mujer en la otra dimensión de la laguna no pueda por ningún medio descifrar su sacrificio ni la venganza; porque hay otros dioses que pueden prestarse a liberarla. 
Los habitantes acostumbran a describir los desastres de forma inexplicable, dicen que cuando la luna parece como un pedazo de cuarzo, significa el mal presagio de la venida de un fuerte eructo de un tal dios llamado huracán.
Es tan asombroso que cuando aparece nadie lo puede ver, solo pueden percibirlo con la mente, entonces es cuando la laguna empieza a romper sus causes pedrescosos y empieza a reversar, arrastrando suelos, árboles, vergeles, lápidas y todas las frondosas raíces de la selva ; flagelándola, mutilándola juntos a sus habitantes. Estos pueden tener la oportunidad de huir belicosamente, no saben lo bélico y descarado de las intenciones del huracanado ser. 

Dicen que para poder detenerlo los habitantes recurren a elegir el máximo guerrero para enviarlo a la montaña más oculta, ahí tiene que desmantelar la roca del dios silek, este se parece a una mediocre espiga de maíz; esta espiga de maíz la arrojará desde el nacimiento de la laguna y todo volverá a su lugar. 
Dicen que esta agua al inundar al pueblo, ha hecho un enjuague, una depuración espiritual, han purificado a todos los habitantes de sus actos maléficos y pecaminosos. A veces surgen apoderándose todo lo que miran.
Se supone que viven y conviven con animales pluriantromorfos. Dicen que el único pecado permitido y que se registra estrafalariamente en los anaqueles de los escribanos, es el pecado del sexo en desparpajo, este acto trasciende, el varón será sometido al amarre de una piedra pesada en el incruste o cresta testicular, y si logra el soportamiento de gritos en silencio.

Entonces obtendrá la aprobación para poder tener mujer. 
El hombre que se pase de la edad fortuita y no ha tenido mujer, será sometido a una penitencia que consistirá en apresarlo con cadenas de bejuco espinoso enverdecido a la orilla de la laguna expuesto a la muerte.

 Al morir devorado por las flores de la dormilona en la grama de uno de los causes gruesos de aluvión  de la laguna y también se esparcirán en los oídos del viento; que encolerizado reventará en ecos aturdiéndolo, brotándole de inmediato coágulos de sangre. 

Supuestamente al día siguiente fallecerá una niña en cada tribu de la tribu, todo estará en la decisión del viejo más joven, o del joven más viejo, una varón anciano o anciano varón que tenga destelladas relaciones conversas, este por fornicación desenfrenada será acusado y condenado a morir picoteado por una ave rapaz de pico puntiagudo, lo picoteará lentamente, devorándole en pedazos de carne, rapaces , ennegrecidos con sus ojos ; le llaman el dios zope , el limpiador de la flama del universo, este dios se ha atorado el cadáver de los dioses simples y mortales que existen fuera de la tribu. 
El alma del anciano se escapará al ver descuartizado su propio cuerpo y la sangre amontonándose en pozos de ciénaga entre las raíces y raicillas del agua espumosa de las riberas que desembocan por gravedad en la laguna; al final un fuerte estrépito derrumbará sus huesos hacia el vacío. 
Dicen que un varón se caracteriza por su  conducta afable y a  veces en su afán bélico, su órgano protuberante se mantiene como una especie de rítmica palpitante con densas contracciones inflamantes eréctiles.
 Su vena cavernosa se sulfurará en la introducción maniática del sofoco ventral de la hembra desesperada en el fulgor de la llama enervante del amor; porque la mujer lanza un gemido de animal en agonía en la plenitud del degüelle. 

El varón delicadamente irá separándose vertiginosamente expulsándose de forma que va apaciguándole el dolor hasta expulsar junto al químico reactor blanquecino. 
La mujer que culmina el acto amoroso es llevada a un altar de manera discreta, una especie de cama de hiervas o herbáceas con hojas angiospermas sobre su delicado ombligo, ahí fructificarán las semillas de almendra extendiéndose hasta la punta elástica de sus pezones acelerándole el torrente sanguíneo; el varón que procedió en el acto se dedicará a cultivar un ayuntamiento de frutas de una infinidad de especies. 
Dicen que el varón menor que se inicie ilegalmente en las actividades sexuales será condenado a morir bajo una pilastra rellena de un toxico- liquido de segregado por una zumbadora o cascabel, y la mujer que acuda al engaño, será condenada a sufrir vejámenes por todos los habitantes de la tribu, enviándola a un túnel lejano al otro lado de la laguna, posiblemente primero la amarren a un camastro de espinas de árbol de avía que usaban los indígenas chorotegas en los cerros peñascosos de winto. 

Por eso lo dice el escribano, todo es prohibido en la tribu, exige a cada habitante asistir al acto ceremonial en pleno apogeo ritualista evocando a los dioses incoherentes e indomables, todavía siguen creyendo que hay un dios que los adormece con Chicha y calaguala, este líquido acetílico provee las energías vitales de la muerte  o del sueño mortífero de no volver a vivir o de quedar tembloroso , de manos a pie, con los ojos pandeados , y el cuerpo pandureco según lo presagian los curanderos.

Creen que morir es descubrir el infinito reposo de una devota purificación del corpóreo mundo de la carne, dicen que todo esto se deriva del atontado dios del maíz  descubierto por los consejeros del Po-pol-vuh (escriba bien)  o de los señores Cachiqueles del Chilam Balam;  este dios del maíz , no es piadoso y cuando alguien de las tribus siembra maíz bajo el efecto de la lluvias ácidas, lluvias enviadas por el dios Carbón, escupidas por una fatal agrura esofágica en los viejos linderos a la orilla del río fantasmak en las cercanías de la laguna. 
Dicen que el dios Maíz es un ser medio apendejado y negativo siempre manda a los suelos en las milpas a un insectívoro con antenas perpendiculares con ponzoñas verdes, segrega una sustancia que la inyecta en la espalda de las montañas comiéndose todas las siembras, devorándolas, todo porque los habitantes se emergen en actos inmorales de alto voltaje pecaminoso dándole rupturas a las leyes de los dioses. Por eso lo habitantes de la tribu mitigan, sufren con la escasez y sequía que se emana de las piedras y de los frondosos matorrales que van cubriendo el bosque. 
Estos habitantes creen que la religión es un acto innecesario que desbanda y descontrola el espíritu, porque salen a borbollones todo el pus de actos cometidos a lo largo de la existencia, el que mienta en una confesión, aparecerá con rayas pálidas trenzadas en el rostro, disecando sus huesos desde la pleura del vientre hasta las extremidades superiores. Estos habitantes que reflejen dicha enfermedad serán alejados desterrándolos para que la peste no llegue a tiempo sobre la techumbre de las aldeas. 
Aquí en la comarca nadie cree en lo que se dice, creen en lo que nunca vendrá, se aferran a lo que ven, son atolondrados, las mujeres entran al templo con atuendos tapándose la cara para evitar el encantamiento de los pecados carnales, aspiran a ser vírgenes sin exponerse a la vía pública de la plática varonil excepto si el chaman o el sumo sacerdote cede dicho exequátur. 
Si las mujeres demuestran una conducta indecorosa serán empalizadas y desmanteladas en plaza pública, donde les arrancaran la piel suavizándola con espuma extraída de jícaro verde para regarla despacio en la garganta de la laguna, esta mujer que se le perdone sin previo castigo, será condenada a no poseer marido durante una eternidad.

En esta tribu se cree a puras cachas en la tormenta que es la posesión inescrupulosa de un dios de agua, transparente que solo lo pueden ver los animales que llevan ojos en el pecho, porque pueden percibir su fluir, su cadencia, su fuerza hídrica arrastrándose con las manos del dios viento. 
Estos habitantes del túnel, creían en dioses hechos de piedras, de esas rocas puntudas, unos le llaman turuncas, que descienden de los acantilados o del abismo junto a la montaña, creen o creían en un dios que vino a hacer estragos, en esta tribu por eso nadie cree en nadie, en nada, y todos los habitantes son miedosos, se ríen sin risa, y dicen las cosas en silencio, con gestos y ademanes de orate, la gente es maje, se creen seres humanos, no saben que estos humanos son majes también, porque no creen ni en ellos mismos, huyen a los montes, se lanzan bocabajo como chancho de monte, boquiabiertos viendo el cielo esperando que el rocío humedezca sus labios o gargantas cuando la sequías los consume. 
Estos habitantes tienen cuatro manos, dos visibles y dos invisibles, en medio de su cuerpo llevan el espíritu de un animal que le llaman Garrobo, por eso es que a veces caminan arrastrándose en el polvo, otras veces vuelan como búhos, otras veces cantan como chorchas, otras veces se tiran de los árboles como monos arañas, otras veces se les mira nadar como peces, se convierten en enredaderas, a veces se disfrazan de gato y de perro, porque dicen que el perro desde que se marchó a vivir con los humanos se hizo salvaje.

II 
Dicen que una expedición española vino a buscar baratijas de una piedra famosa, una piedra dorada, una piedra brillante que se convertiría en la guerra de otros seres extraños. Por eso los habitantes de esta tribu alguna vez decidieron convertirse en animales para siempre para ocultarse de los invasores. 
El capitán CapaBlanca se adelantaría con su tropa, ofuscados terminaron de tanto buscar bajo tierra el metal preciado. Por eso tenían entre su misión capturar al jefe indígena Gael Pux con cara de gallo y alas de gorrión con pico de avispón. La llegada turbulenta de hombres desconocidos y extraños a la tribu causó cagazón entre los habitantes, muchos pensaron que eran enviados por algún dios de la selva, un dios salvaje que expulsaba exageradamente toda especie de su naturaleza.


 Llegaron al pueblo sin explicar su origen, corpulentos, blancos, con un hablado diferente a los habitantes cuando el jefe de la tribu de tribus Ixel Upec detectaría la presencia e introducción de los hombres extraños, dio la orden masiva de desatar una lluvia de espinas de bejucos de árbol de avía que se combinaba con un tóxico extraído de la garganta de una serpiente moteada sin nombre, de las más mortíferas en la comarca.

Los soldados de la primera bandada pusieron un pie en suelo sagrado, eso implicaba la muerte, estos soldados ignoraban que las espinas al ensartárselas en la piel, el efecto, envejecerían rápidamente y lo enviarían a una celda bajo la fuerza del río Fantasmak que se extiende subterráneamente, solo se puede percibir el brote caudaloso a través de los oídos. El Capitán Ruiz de Alarcón llamado el vasco, se introdujo valiente al túnel que lo conduciría a una supuesta mina. 

Él sintió una desazón en el estómago, desequilibrado dio vueltas en sí mismo, en la estocada del dolor trató de volver a mirar hacia atrás, tembloroso quiso mantenerse en pie con la mirada empañada, vio hacia todos lados, no se contuvo y se desplomó en el precipicio.
 Dicen que el que cae en el abismo, es como caer en la boca de fuego del dios magma, ahí viven animales que torturan a los caídos lentamente. Los otros soldados perecieron. 

Luego de unas horas, esperaron la otra gavilla de hombres que venían asomando despacio. Habían sospechado que algo sucedía porque los soldados de la primera expedición no regresaban, eso los conmovió a ir por ellos queriendo traspasar los linderos del túnel. 

La cueva poseída por dioses ancestrales del Balam, talvez ahí el que entraba no sobrevivía. Se escucha una música entonada por los animales dioses del túnel eso es presagio de que todo anda mal, el viento con su cara de guajolote y sus manos de polvo se posaba en las ramas de los árboles listo para decapitar a los intrusos; el rocío brotando en las hojas de los frondosos árboles de acacias, ceibas y jícaros. 
La ciguanaba anda ambulante buscando a quien devorar, los tigres andan sueltos y no son nada amistosos.  Los soldados encienden una fogata, están acurrucados bajo un viejo jícaro seco. 
Deciden dormir unos instantes, se sienten cansados de la larga caminata por los escabrosos y peñascosos caminos de la montaña. El Capitán Lazan vigila sus sueños, tilinte, quieto, con los ojos pelados, con la boca seca, con el cabello duro, y su armadura de sólidos brillantes.
 Dicen que esos habitantes de la selva están poseídos por el demonio” dijo entreverado en el delirium del sueño.
Mire capitán, es mejor retroceder, esos indígenas son los mismos dioses, son los mismos animales, ellos mismos son las plantas, dijo entre despierto y delirante.

 Los pinos, almendros, jícaros con aires fuertes del norte del mar y al sur de la laguna, al este del túnel, es un cosmos, es un universo jamás visto, jamás poblado por otros seres. Se escuchó un grito estruendoso entre los soldados “¡Ese capitán Magalla no podrá entrar al túnel!” dijo precipitado y nervioso con cierto tono musitante y gangoso. 

La puerta del túnel está decorada por una piedra de sol de los Aztecas, Mayas y de los Incas, o que decir de los payas, jicaques o chorotegas, suben de sus maleficios de corazón-pájaro. 
Por eso cualquier extraño que ponga su sentido del tacto en la superficie de la puerta se quedará paralizado convertido en una roca envuelta en lama, porque son dioses de mal carácter, huyen o se esconden bajo las raíces o viven en los ríos.
El general Magalla descendía de los caballeros medievales, muy cercanos parientes del Cifar y del Mio Cid Campeador. 
Cansado no pudo seguir hablando bajo el árbol de almendro, temblaba hamaqueándose del sueño, sin darse cuenta que el sueño es un líquido que se emana de todas hojas verduscas de las curcubitaceas y de las gramináceas. 
Ofuscados y desesperados se levantaron bajo el estertor de la oscuridad, los árboles comenzaron a moverse fuertemente como poseídos por el soplo espiritual del túnel. 

Una rama cayó sobre el cráneo del capitán Aguilar acelerándole la muerte, quedó destartalado por la furia silenciosa de los dioses. 

Los soldados de la tropa reaccionaron asustados y convalecientes, ubicándose en filas, asombrados contemplando el cuerpo sin vida, el cadáver, la vida sin cuerpo. 
Magalla, en el suplicio del susto, dominado por el miedo, con la orina atravesando sus intimidades, nunca pensó en la pencada idiosincrática de los seres de la selva, de los dioses del túnel, de los habitantes de la laguna. Habían dejado sus caballos y sus utilerías a varios kilómetros de distancia de la laguna.El hombre fornido, robusto, isquiático mantuvo el equilibrio de la tranquilidad lanzando un escupitajo en la piedra. La madrugada se desbordaba en el perfil del canto de las codornices, los silbidos de las guaras, pajarracos extraños con alas de arco iris, con cabezas de  humo, el humo no tiene cabeza, con ojos de guacamaya, pájaros con pico de espada, al verlos cualquiera queda desmoronándose en sí mismo, los hombros se van cayendo ,las rodillas se quiebran, las manos se entumecen, toda esta selva de muerte es peligrosa, aquí se encuentran animales del tamaño de una montaña. Dicen que el perro-jaguar, al mirar un humano, lo devora con solo las miradas, porque segrega una saliva que se pringa en la pupila y el humano mirará cosas fantasmales o espíritus andantes.


El español con su barbilla, quijada saliente con cabellera rubia, con su carácter bélico, logró superar por un instante el miedo, se puso de pie frente a los soldados sin desbocarse ni mostrar cagazón , aunque el temor siempre se le enredaba en las articulaciones de las manos.
 Sentía que alguien lo observaba desde lejos o de cerca, sentía en su espalda los ojos abismales de algo, de alguien, se le venía a la mente la cabeza destripada del capitán Aguilar, lo habían enterrado unos minutos antes, excavaron un agujero a la orilla del río, luego clavaron una cruz. 
“Creí que el infierno no existía” dijo con un sentimiento de pena y pesadumbre. Saltó de inmediato una sombra fugaz hiriéndolo, disipándolo entre la tenue luz que se iba perfilando entre el atardecer y la noche. Todos los soldados en estado de alerta iniciaron una búsqueda en los puntos cardinales. 
El río dispersaba sonidos chocantes entre piedras y ramas secas; el mugir de los monos arañas, el aullido del lobo-pantera, el lagarto-tiburón, o quizás la serpiente con cuerpo de canino que se enrolla en el cuerpo hasta quebrantarle los espejos del alma. Solo faltaban ocho soldados, espantados en posición orante rezando a toda la hagiografía del cielo, el capitán Gonzalo con las manos temblorosas, juntitas viendo hacia el horizonte, hoy si creía en los santos óleos.

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